El dilema de ser "sobresaliente"

Ayer que comencé con esto del blog, le mandé la liga del mismo a varios amigos para que fueran haciéndolo público. Me causó gracia cuando vi el comentario de uno de mis amigos en el cual compartía la liga al blog diciendo “Si tienes un hijo sobresaliente comparte su historia”, una amiga de él le contestó “claro, soy como toda madre, una mamá cuervo” y qué razón tiene.  Como mamá sé que para todas nosotras no hay bebé más hermoso y perfecto que el propio, nadie tiene la sonrisa más contagiosa, ni la mirada más tierna, y nadie es más inteligente que nuestros propios hijos.

Y pienso que tienen o tenemos toda la razón. Como seres humanos somos bastante inteligentes y nuestros pequeños no son la excepción. Somos capaces de construir hogares que no se nos caen encima (a veces incluso temblando), manejamos y operamos vehículos con montones de botones y foquitos y casi nunca chocamos, aprendemos a leer, a escribir y a hacer tantas maravillas que nos separan del resto de las especies y nos permiten ser una de las más avanzadas en nuestro planeta. Y eso con una inteligencia que en teoría es “promedio”.

Entonces qué caso tiene decir que nuestro hijo es “sobresaliente”, ¿es otra etiqueta más? Como decir, es guapo (porque nuestros hijos jamás serán feos), es bajo como su papá, es alto como su tío segundo en sus años mozos, es tan travieso como su abuelo. Al parecer las etiquetas solo nos sirven para dos cosas, para presumir y para señalar atributos que nos hacen parecernos o ser diferentes a los demás.

Es necesaria la “etiqueta” de sobresaliente en nuestros hijos y es importante CONCIENTIZAR a la sociedad sobre ellos porque aunque pareciera que sólo quisiéramos presumir, la realidad es que como papás necesitamos ayuda para apoyar a nuestros hijos en desarrollar su potencial. Y para eso es la escuela, ahí es a donde llevamos a los niños a desarrollar sus potencialidades académicas, sociales y emocionales.

Y este es el meollo del asunto en cuanto a los niños sobresalientes en nuestro país. La escuela, como casi todo lo demás, se encuentra estandarizada para atender las necesidades de nuestros niños promedio que como comenté antes, son muy inteligentes y necesitan aprender a leer, a escribir y demás habilidades que se adquieren en la escuela.

Como papás tenemos la obligación moral de acercarles a nuestros hijos lo necesario para que aprendan las habilidades necesarias para tener éxito en la vida. Si tuviéramos un niño con una estatura por debajo del promedio, buscaríamos adecuarle no sólo la ropa y sus utensilios, sino también su lugar de trabajo para que no batalle al estudiar. Y si tuviéramos un niño zurdo, buscaríamos tijeras especiales, y pediríamos a la escuela un pupitre adaptado para tratar de hacerlo sentir cómodo en el salón y que pueda trabajar a la par de sus compañeros.

¿Y si el niño ya domina los temas que están aprendiendo en su salón de clases o aunque sean temas que no haya visto antes con sólo escucharlos una vez ya los aprendió? Ah, entonces de acuerdo con la dinámica de la educación de nuestro país… No hacemos nada… el niño tiene que ir al paso de sus compañeros y cubrir los temas que están viendo sus compañeros y presentar igual que sus compañeros, al cabo probablemente se saque 100 y si no se saca 100, no es por aburrimiento es porque eso refuerza que debe llevar el mismo currículum que sus compañeros de clase.

He ahí el dilema del “sobresaliente” y porqué los etiquetamos…